A Bernarda Rafaela Amaya
1925-2020
Locera del
Pizarral
Rafaela, esto es un café fuerte,
cargado, dulce. Lo tomo a sorbos mientras los ojos disimulados detallan tu
sonrisa y esa mano que se cuela por el rostro, tocándose el cabello recién
pintado por una amiga. Son estos ojos Rafaela, nublados ahora por una lluvia
intensa, atiborrados vientos alisios que me empujan a tu lugar, la casa
empapelada de revistas, gente bella Rafaela, mujeres, niñas, gente Rafaela que
no conocías pero que amabas, así como a tus nietas, así como al barro, o al
baúl de la sala que sostenía esperanzas, allí fui un día a posar mi cuerpo, al
lado del teléfono al que tantas veces insistí.
Lo niego incluso aún teniéndote aquí a
mí lado, aún cuando esta espina de cactus insistente, se hunde en mí Rafaela,
lo niego aún teniendo tu risa en mis adentros, el barro haciendo estrago,
transformándose. Si supieras Rafaela, abre el baúl Rafaela, abre este dolor y
el de todo el que estuvo en ese pizarral, todo aquel que depositó en el patio
utopías que sólo tú, la maga del barro conocías. Traga Rafaela, traga fuerte el
café, ven y prepárame el almuerzo, oblígame sutil y amorosamente a quedarme
contigo, a juntar tierra, agua, aire y fuego, a sintetizar una vida que se fue
llenando a cuenta gotas de sacrificios, un último suspiro Rafaela, solo eso, un
valió la pena quizá, mi Rafaela. Te acompaño incluso por el sendero junto a tu
esposo, vamos con dolor, tierra entre los dedos de los pies, hija en vientre
incluso, vamos a sanar mi Rafaela, un paso, dos, quédate con el sorbo de café, saborea,
mientras tu voz nos acompaña al otro lado de la bocina, pero aquí, siempre aquí.
Y ella se ríe –decías-. Y reías conmigo Rafaela, porque conjugabas en pocas
palabras y silencios aquellos verbos que siempre había querido escuchar,
amasabas en la cocina, en aquel mesón de madera, todos los sueños que algún día
otros sorberían, así te conoceríamos, haríamos pacto para silenciar secretos,
cómo vivir una vida a partir del barro, de aquello que nos sostiene y que ahora
será morada. Regresas Rafaela a ser lo que siempre intuías, barro paraguanero,
simiente de muchos, báculo de esta alma que insiste en caminar por el pizarral,
entrada a tu casa, la antigua y que evoluciona, la que sostuvo a tus hijas e
hijos, hamaca danzando, mis hijas en ella jugando, proyectando un futuro que
solo entre sus hilos se podía divisar. Sostenme Rafaela, así como el árbol que
sostiene tu cocina, sostenme como a tu barro, modela en mí Rafaela, ríete de
este caos, de estas manos que todo lo retuercen, sé guía, rollito de arcilla
firme, que renazca a cuatro manos la sopera, la taza de café. Permite que mi
cuerpo toque fondo, que dance junto al gato de la casa, cantar al amanecer
junto al gallo, ser duende que roba loza, tus ojos que todo lo iluminan,
sendero de tierra, caminito verde hacía el lugar donde ardía el barro, renace
Rafaela, vuelve a ti.